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¿Representa el turismo a los cuatro jinetes del apocalipsis de la sociedad actual?

Writer's picture: Miquel SeguíMiquel Seguí

Estos últimos años, voy leyendo artículos en la prensa y en alguna revista científica que me han ido provocando un montón de reflexiones. Los temas centrales se basan en la masificación turística y el crecimiento cuantitativo constante del número de turistas en los grandes destinos. Muchas veces se achaca este crecimiento desmesurado y rápido a la acción de los intereses de las grandes compañías turísticas (operadores turísticos, agencias de viajes, cadenas hoteleras, compañías aéreas, low cost, pisos turísticos…).


Los cuatro jinetes del Apocalipsis

Tras la lectura de dichos artículos, creo ver una insinuación de que estas grandes empresas turísticas multinacionales, buscando solamente su interés en ganar dinero, son las causantes de gran parte de los males de la sociedad de hoy en día: el calentamiento global, el aumento de la pobreza, los negocios inmobiliarios (que son los causantes del grave problema de la vivienda para los residentes), gentrificación de los centros históricos, cierre del pequeño comercio en general y de los servicios de proximidad (tiendas de comestibles, mayoritariamente), degradación del territorio y ocupación de los espacios naturales, vulgarización o desaparición de la cultura local (marcada por la globalización), y creación de empleos de baja cualificación y poco remunerados. Es decir, entiendo, que estas empresas son las causantes de los cuatro jinetes del apocalipsis de la sociedad actual.

¡Cuánto poder se les atribuye a unas cuantas empresas! Y, aunque sea verdad que hay un grupo de multinacionales muy poderosas, también es verdad que la sociedad no está formada por millones de borregos que actúan a la orden de estas multinacionales, por muy poco espíritu crítico que se haya desarrollado actualmente entre la sociedad.

Creo que los problemas son mucho más complejos y las causas más variadas que una simple tiranía de unas multinacionales sobre toda la población mundial. La vida es compleja y en cada asunto interfieren multitud de factores que hay que analizar para poder dar un diagnóstico correcto.

Pensando en todo ello, recuerdo la frase que siempre decía a los alumnos de primer curso de Turismo: “no hay turismo sin turistas”, queriendo decir que antes de profundizar en los conceptos y problemáticas del turismo, hay que analizar a los turistas: ¿quiénes son? ¿De dónde vienen? ¿Por qué viajan? ¿Qué les impulsa a escoger un destino exacto?

De ahí que creo que antes de discutir sobre la masificación turística, sus causas y sus consecuencias, debemos analizar por qué hay tantos turistas en todos los destinos más populares que originan la saturación de dichos destinos. Porque, sin los turistas, no habría tal masificación.

Esta reflexión me lleva a considerar que estamos viviendo en una sociedad del ocio. El ocio se ha transformado en el objetivo de la vida (por encima, normalmente, del trabajo). Todos quieren tener el máximo tiempo de ocio posible en su día a día, y no hablemos en el fin de semana, los puentes o las vacaciones, sean éstas cortas o largas. Las conversaciones cotidianas giran alrededor de las actividades de ocio, y, por tanto, también de los viajes.

Cualquier encuentro con los amigos o con los compañeros de trabajo, incluso con los vecinos, gira alrededor de contar el último viaje realizado o los preparativos del próximo. Ya no hablamos de UN viaje al año, sino de varios (y cuantos más mejor, y más apreciados socialmente seremos por ello).

Por tanto, creo que lo primero que debemos analizar son las causas de tanto deseo de ocio y de viajes, porque, si las ansias de viajar disminuyen, el número de turistas disminuirá, pero mientras todos queramos viajar (o necesitemos) y cuántas más veces mejor, la masificación turística irá en aumento y no la frenaremos con todas las soluciones propuestas hasta el momento… a no ser que transformemos el viajar en un derecho solamente de ricos (turismo de calidad, dicen) y condenemos a la mayoría de la sociedad a una frustración cuya explosión puede ser peor que los movimientos anti-turismo.

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